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Sala San Miguel

La construcción de la Iglesia de San Miguel Arcángel de Castellón, ubicada en la calle Enmedio de Castellón, está fechada el 20 de mayo de 1679, momento en el que la Cofradía de Labradores se dirigió al Consell de la villa solicitando levantar una capilla en honor del Arcángel San Miguel. La describían como un templo de 90 pies de longitud, cuarenta y dos de latitud y treinta y siete de altura, superando la torre-campanario a la iglesia unos veintiocho pies. La finalización de las obras se estima en 1725. Fue erigida parroquia el año 1793.

San Miguel, cuya festividad se celebra el 29 de septiembre, tiene un lugar especial en la tradición agraria. Su conmemoración coincide con el equinoccio de otoño, marcando el final del ciclo agrario del verano y el inicio de la preparación para la siembra de invierno. En Aragón, esta época se conoce como “samigalada” y simboliza un momento de balance y transición, donde las comunidades agradecen las cosechas recolectadas y se preparan para el trabajo que viene.

El equinoccio de otoño, que ocurre alrededor del 23 de septiembre, marca un equilibrio entre el día y la noche, pero también un cambio hacia el periodo de mayor oscuridad del año. Para las comunidades rurales, este momento es clave en el calendario agrario: es tiempo de reflexionar sobre la abundancia obtenida y de planificar las siembras de invierno. En esta época, se aseguraba el suministro de leña y otros recursos necesarios para el invierno

En la tradición rural, las estaciones del año no solo marcaban los ciclos agrícolas, sino también los ritmos de la vida cotidiana. En el caso de San Miguel, su festividad tradicionalmente representaba el “inicio del año laboral”, una fecha clave para la contratación de pastores, criados y sirvientes hasta el siguiente San Miguel.

En una sociedad cada vez más desconectada de la naturaleza, las festividades como las de San Miguel nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con la tierra y los ciclos naturales. Estos rituales nos recuerdan que el respeto por los ciclos del entorno y su cuidado son esenciales. Al reconectar con estas tradiciones, no solo se preserva el patrimonio cultural, sino que también se aprende del pasado para construir un futuro más equilibrado y respetuoso con la naturaleza. Las fiestas de San Miguel, con su riqueza simbólica y su conexión con el ciclo agrícola, son una celebración de la vida, la tierra y la comunidad.

La antigua iglesia de San Miguel de Castelló es de planta jesuítica de una única crujía de orden compuesto. El primer ejemplo de este tipo de construcción fue Il Gesù de Roma que plasmaba con tal fidelidad las recientes indicaciones del Concilio de Trento que se convirtió en la iglesia de la Contrareforma por excelencia y su modelo se expandió por el mundo con la misma rapidez con que lo hacían los propios jesuitas.

Los espacios laterales se convierten en espacios más cerrados e individualizados correspondientes a capillas entre contrafuertes. Tiene coro sobre la puerta, que en origen debió jugar un papel crucial en la liturgia de la iglesia, ya que es donde se desarrollaba una parte significativa de la oración comunitaria a través del canto.

También tiene campanario adosado de planta cuadrada, típico de las iglesias castellonenses y portada adovelada de estilo renacentista. El altar Mayor era de madera con dorados y algunos recuadritos de pequeñas dimensiones, de la escuela de Espinosa.

La iglesia tuvo culto ininterrumpido hasta 1936, a pesar del intento en 1931 de destinar el templo a Palacio de Justicia. Tras la Guerra Civil se renovó para abrirla al culto con motivo de las obras de la, entonces, arciprestal de San María. Cerrada al culto en los años sesenta, fue en 1974 cuando se formó una operación de venta de la iglesia por parte del Obispado, justificada en el hecho de que no presentaba función de culto, que no fructificó, permaneciendo desde esos momentos abandonada. Convertida en almacén se degradó progresivamente.

Tras su posterior adquisición por la Obra Social de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Castellón se inició la rehabilitación en 1988 bajo la dirección del arquitecto Francisco Segarra Bel con el objetivo de convertirla en Sala de Exposiciones y destinar su uso a actividades culturales.

Actualmente es un edificio catalogado, de manera genérica, como Bien de Relevancia Local, por su significativo valor a nivel castellonense, según la Disposición Adicional Quinta de la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV Núm. 5.449 / 13/02/2007), con código: 12.05.040-012.

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